Entre los politólogos hay una tendencia a clasificar el suicidio―asesinato junto con otras formas convencionales de terror que, en mi opinión, reducen el análisis a su valor estratégico o pragmático. Esta puede ser una reacción razonable a las embarazosas “autopsias psíquicas” que realizan los psicólogos militares, en particular después del atentado suicidio-asesinato de septiembre de 2001 en Nueva York, en su intento de diagnosticar y estigmatizar a los terroristas.
paper published in Revista De La Sociedad Espanola de Psicoanalisis